Con ellos pasan mucho tiempo y con los adultos?

miércoles, 1 de junio de 2011


martes 31 de mayo de 2011

¿Qué hay detrás de todo dibujito animado?



Luego de ver un video como el de Mafalda, ¿quién puede negar la atracción que ejercen los dibujos animados, tanto en niños como en adultos? Pero la pregunta que surge es: ¿sólo son dignos de atención por lo entretenidos y atractivos que resultan?
Si tenemos en claro que todo dibujito animado-como cualquier otro objeto de la cultura popular- representa una visión del mundo y de las relaciones humanas; que no sólo refleja la cultura, sino que la conforma y construye, tendríamos que responder sin vacilar que no. Las caricaturas forman parte de lo que podría llamarse "pedagogías públicas", pues participan de la construcción del conocimiento. Esto nos muestra que la escuela- ya desde hace rato- ha dejado de ser el único espacio para la construcción de la identidad. ¿Qué posición deberíamos tomar, entonces, los docentes, y los adultos en general? La otra pregunta que surge es: ¿Puede la escuela volver curricular, lo extracurricular? O dicho de otro modo: ¿cómo ingresamos al aula esas pedagogías públicas que tanto atraen a nuestros alumnos?
De lo que no parece haber duda es de que los dibujitos animados, al ofrecer visiones del mundo y de las personas o grupos sociales, deben convertirse en un objeto de estudio y análisis por parte de los adultos y también de los alumnos con la guía de sus docentes. Pero para ello, debemos reconsiderar lo que se entiende por conocimiento útil.
La urgencia de comenzar con estos análisis se hace patente si pensamos que las audiencias incorporan "naturalmente" ciertas narraciones y representaciones; se las apropian sin someterlas a juicio, y este peligro es mayor cuanto más pequeño es ese oyente o espectador.
¿Qué debería hacer la escuela, entonces? En primer lugar, aceptar que estos objetos culturales son dignos de análisis y buenas herramientas para la construcción del conocimiento; en segundo lugar, propiciar el estudio de estos bienes culturales atendiendo a los dos niveles de significado: el "qué se cuenta", la anécdota, las situaciones que viven los personajes, por un lado; y el "cómo se cuenta" y con qué finalidad, los valores que la historia transmite, el mensaje que está dejando, más allá de la anécdota. Si nos aventuramos a analizar, por ejemplo, la historieta de Mafalda (cuya primera aparición fue en la década del 60), teniendo en cuenta el contexto sociocultural que la produjo, que la lee y al cual se dirige, seguramente nos resultará mucho más significativa. Pero lo mismo deberíamos hacer con todos los dibujos animados-y otros objetos culturales-; sobre todo, con aquellos que más consumen los chicos, para desarrollar en ellos el juicio crítico. Y cuanto antes empecemos, mejor.
Adriana, Virginia y Diana